Kurusu ára: El ritual en el contexto rural
3 mayo 2021
El sincretismo del Kurusu Ára
El día de la cruz del 3 de mayo es una celebración que se remonta en los albores de la conquista. La época de mayo para los guaraníes era el tiempo de siembra y donde ya se podía obtener las primeras cosechas; el guaraní, como comunidad agrícola, su espiritualidad está muy ligada a los ciclos de la naturaleza y en especial a lo relacionado con la siembra y la cosecha, que era vital para asegurar la disponibilidad de alimentos para la tribu.
En el proceso de cristianización, los conquistadores vieron la forma de cristianizar los rituales de los pueblos originarios, que fueron buscando puentes entre ambas culturas. Así surge el ritual de celebrar el día de la cruz, realizando una cueva o bóveda de ramas, que en este caso se debe realizar de laurel hũ, árbol sagrado del génesis de la cultura guaraní relacionado con el origen del fuego (publicado en el número anterior), árbol también utilizado para los calvarios en Semana Santa, en las pruebas de San Juan y en otros ritos de religiosidad.
El rito consistía en adorar alguna cruz existente en la familia, realizar la bóveda con laurel y adornarla con chipa. para entregar chipas a todos los visitantes luego de la oración. Este ritual se encuentra registrado ya en el año 1766 por uno de los geógrafos venidos al Paraguay, encontrándose registros en distintas etapas de nuestra historia.
La motivación de realizar este ritual en las familias es el haber heredado una cruz de algún familiar, cuyo tiempo se pierde en el tiempo, de algún excombatiente de alguna de las guerras, o de los angelitos que se enterraban en los patios de las casas.
En los registros de mediados del Siglo XX, aún se observa el ritual en los barrios de Asunción. Transcribiremos uno registrado por Carvalho Neto en 1951: “en Loma Kamba, donde los calvarios estaban adornados con chipas en forma de serpientes, escaleras, formas de personas, las argollas; otro relato menciona qué, además de los calvarios en las casas, habían presenciado procesiones con faroles encendidos, que vuelven del cementerio a la casa, portando las cruces de sus muertos, entre cánticos. Los dueños de las cruces preparaban la chipa que invitaban a los cancioneros o visitantes.”
Según el análisis realizado en estos últimos 30 años, la religiosidad, la identidad y las tradiciones están muy relacionadas con la ruralidad, debido a los siguientes factores:
a) la disponibilidad de los elementos de la naturaleza;
b) el tiempo disponible que no está regido por los horarios patronales;
c) el tiempo para la elaboración de los elementos rituales;
d) el tipo para participar;
e) el tiempo para elaborar los ingredientes de la chipa, todo salía de la chacra, de la finca o el aporte en especies de los vecinos;
f) la participación comunitaria, ya sean parientes, vecinos y amigos que ayudaban a elaborar todo lo necesario para los rituales y luego a disfrutarlos.
Con la urbanización de las zonas rurales, la pérdida de la biodiversidad, las exigencias de la vida urbana, el depender de trabajos remunerados que te exigen cumplir horario y el alto precio que se paga por los insumos y elementos que se necesitan o varios que ya no se encuentran con facilidad.
Las actividades de la religiosidad popular y las tradicionales eran muy esperadas por los miembros de la comunidad, era el espacio donde me siento vivo, donde soy alguien, donde me comunico con los demás, donde aporto con lo que tengo, es el espacio donde se transmiten los valores, la historia familiar y comunitaria, es el espacio del encuentro y reencuentro para perpetuar mi ser cultural, mi identidad, es un espacio tiempo que va esfumándose día a día y sólo quedan recuerdos.
Margarita Miró Ibars